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Entre jugadas y cervezas


Foto de tacos de billar. Por:Andrea Perozo.

Normalmente no frecuento este tipo de lugares, pero donde se presenten eventos que demuestren tendencias y costumbres no se puede desaprovechar la situación. El lugar estaba repleto de hombres, yo sutilmente abrí sus anchas puertas de cristal, la luz blanca del techo iluminaba todas las mesas, los agresivos golpes de los tacos de madera contra las bolas fabricadas de marfil mascadas del 1 al 15 no pasaban desapercibidas, el penetrante olor a cerveza en la barra llamaba tentativamente a los asistentes y la mayoría me miraba extrañados por mi singular presencia.
Foto de bolas de billar. Por: Andrea Perozo.
Creo que no había caminado los cuatro metros y medio cuando sentí una voz conocida saludándome jocosamente –Hey flaca, ¿qué haces por aquí?-, yo sonreí y me acerqué al señor trigueño de abdomen protuberante y  camisa gris que acostumbro a ver en el distribuidor de abarrotes del mercado público y empecé a observar todas las jugadas del partido de buchacara o pool.
Señor Javier analizando a sus oponentes. Por: Andrea Perozo.


La mesa de fondo azul y bordes negros tiene dos bandas largas y dos bandas anchas
Conformando un rectángulo que tiene seis huecos y  una línea de salida en la cual se coloca la bola de color blanco con la que se inicia el juego. Al acercarme ya  casi todas las bolas estaban organizadas en los laterales de la mesa menos las que llevaban los números 1,2 y 3; el juego se empieza moviendo la bola blanca de tal forma que no supere la línea que se encuentra entre el 8 y el 11. Luego la primera bola perseguida es la número 1 y así meter las bolas en orden  ascendente sin cometer una “mala” lo que se conoce como saltarse el orden estricto de las bolas, el ganador debe obtener el mayor puntaje acertado  ya que todas las bolas sumadas dan un total de 120 puntos “pintas”. 
Momento de tensión en el juego cuando meten la bola vinotinto. Por: Andrea Perozo.

El sabio natural samario


Todo visitante y nativo de esta bella ciudad reconoce a Santa Marta por sus playas con el característico mar, algunas veces enfurecido por los vientos alisios de la temporada y otras veces terso y azul así como lo describe el himno local…
foto 1 playa aeropuerto Santa Marta. Por: Andrea Perozo.

En esta oportunidad tuve la fortuna de ir a la playa del aeropuerto, ya casi eran las 6 de la tarde y la noche empezaba a caer, mientras la brisa “loca” desordenaba mi cabello, yo me preocupaba por tomarle fotos a un pedazo de tronco que yacía tranquilamente en la orilla sin percatarse de las fuertes olas que lo acechaban y rompían contra los muros rojos de su alrededor.
foto 2 playa aeropuerto Santa Marta. Por: Andrea Perozo. 

A pesar del oleaje, todo ese paraíso natural me tranquilizaba y cada vaivén del mar era como una canción que suavemente entonaba mi mente; los arbustos que acompañaban a la arena humedecida funcionaban como un público enloquecido cuando un artista famoso llena por completo un estadio, mientras que el cielo gris contenía un par de nubes contorneadas por unas débiles ondas blancas.
foto 3 playa aeropuerto Santa Marta. Por: Andrea Perozo.

Generalmente cuando estoy muy cargada de energía negativa o cuando me siento sin energías para empezar la semana voy al mar, meto mis pies hasta los tobillos y parece que un espíritu natural instantáneamente se apoderara de mí. Esta vez simplemente me senté a observar cada ola, cada palmera, el silbar del viento y lo más importante para mí, los consejos que el mar tenía guardados hace mucho tiempo para esta humilde humana.
foto 4 playa aeropuerto Santa Marta. Por: Andrea Perozo.


Una noche de brujas en Pescaíto

 Esta es la fecha más esperada del año para muchos niños ya que entran en un mundo de fantasía cuyo propósito es representar a sus personajes favoritos. Esta tradición anglosajona que se ha adentrado a nuestra cultura año tras año, es una prueba de que nuestras costumbres son muy vulnerables y digo “nuestras” pues yo también he sido partícipe de ello, yo también recorría calles cantando -"Triki triki Halloween"... hechizo del cual Casi todos hemos sido coristas durante años. Y esta vez invité a mi hijo Gianpierre por cuarta vez a la fiesta de halloween vestido del “ratón amarillo” Pikachu de la serie animada Pokemón quien una semana antes de esta fecha habría practicado el hechizo.
Niños pidiendo dulces en la droguería Yaneth. Por: Andrea Perozo.
Como es característico de este mes, la noche estaba muy oscura cuando salimos a las 6 de la tarde y ya se veía por las esquinas grupos de niños recorriendo las calles pidiendo dulces. Los tradicionales Spiderman, Superman, Máscara de la muerte, princesas y soldados no faltaban. Pero algo curioso de esra noche fue una procesión en honor a Jesucristo venía desde la carrera 11 invitándonos a que adoráramos a Jesús y dejáramos a un lado la costumbre “satánica” de disfrazarnos en la noche de brujas.
Niños pidiendo dulces en la tienda La  mano poderosa. Por: Andrea Perozo.
Por muchos lados del barrio Pescaíto había decoraciones en forma de esqueleto, arañas y telarañas acompañadas de los colores negro y naranja en globos alusivos a la fecha. Coincidencialmente, algunas personas cumplían años este día y nos encontramos con tres fiestas decoradas en alusión a este día y de las cuales escuchábamos canciones rockeras que normalmente no escuchamosmos en este barrio tradicional de la samaria.
Fiesta de cumpleaños en la calle 7. Por: Andrea Perozo.
 De regreso a casa nos detuvimos en un apartamento pequeño pintado de verde que tenía los focos apagados y donde solo se veía un joven sentado en un mecedor, mi hijo corrió y le lanzó el hechizo con el cual le regaron un par de dulces y al voltear se acercaron tres niñas, dos de ellas vestidas de bailarinas y la tercera vestía un disfraz azul de Aladino y en vez de corear el hechizo cantaban "quiero paz, quiero amor, quiero dulces por favor" mientras yo las miraba sorprendida ellas sonreían por traer sus calabazas llenas. A las 8 pm se veían todos los niños revisando la cantidad de dulces que traían en sus calabazas y otros ya habían abierto algunos para compensar el esfuerzo del recorrido. 
Disfraces de bailarina y pitufo. Por: Andrea Perozo.

Estructurando proyectos


Nuevo sector de comercio del mercado público. Por: Andrea Perozo.

Los cambios en la ciudad están dándose  cada vez más frecuentes causando alegrías y descontentos entre todos los implicados. Mi interés por visitar lo que ahora se conoce como el mercado público de Santa Marta despertó por medio de mis familiares que ahora se quejan por el Sol que abraza la calle 11 con carreras 9, 8 y 7 debido al desarme de los puestos informales que se encontraban en dicho sector donde ahora rompieron la calle para “arreglar”.

Calle 11 en proyecto de reparación. Por; Andrea Perozo.

Normalmente luego de salir de clases en las mañanas regreso inmediatamente a casa, pero esta vez quise invertir un par de horas más en este sitio y analizar el comportamiento de los vendedores. Al bajarme de la buseta que me dejaba a dos cuadras de mi objetivo, pude notar la presencia de un fluido normal de compradores, yo, tranquilamente caminaba y tomaba algunas fotos del lugar que fue consumido por las llamas hace poco más de un mes cuando tropecé sin querer con un joven que llevaba un vidrio de 20 cm de alto por 1 metro de largo quien me gritó –¿bueno mija y entonces?- solo respondí –disculpe señor y sin mirarlo a la cara crucé la calle rápidamente.


                           Lugar que fue consumido por las llamas. Por: Andrea Perozo.                                    
Mientras me acercaba al edificio de dos plantas que conforma al mercado de frutas y verduras escuchaba los pitos de los carros y los pasos de los transeúntes mientras los vendedores decían –a la orden señor, ¿en qué le puedo ayudar?, yo solo sonreía como si fuese a mí a quien le hablaran.
Edificio de comercio de frutas y verduras. Por: Andrea Perozo.

A dos metros de distancia luego de subir las escaleras y a través las rejas verdes que rodean al sector de ventas de zapatos y otros vi a un señor canoso sentado afuera de un pequeño local con paredes de metal azules y blancas al cual le pregunté por donde era la entrada, y me respondió –debes darte la vuelta y caminar derecho para poder entrar-, eso hice y al ingresar me topé con el señor cristiano de baja estatura que solía buscar para que me arreglara los celulares quien me saludó muy alegremente como de costumbre; cuando le pregunté cómo se sentía me dijo –muy bien mija estamos organizando aún pero esto se ve bien- y me indicó por donde se encontraban algunos locales de zapatos. Seguí caminando y dando vueltas por los bloques comerciales que estaban separados por estrechas callecitas mientras dentro de algunos sonaban voraces pulidoras y fuertes taladros acomodando su nuevo local comercial.

Así están separados los locales del mercado. Por: Andrea Perozo.


Recordar es vivir 

Parte frontal del asilo. Por: Andrea Perozo.
Desde siempre mi vida ha estado llena de recuerdos y pienso que fue pertinente visitar el lugar que yo personalmente lo catalogaría como el baúl de los recuerdos. No hay mejor momento para hacer una breve pero productiva visita al Asilo de la ciudad que una mañana fresca y nublada como la de ese martes, tenía aproximadamente 8 años sin recorrerlo, la última vez que lo hice tenía 15 años y el estado en el cuál se encontraba no era el mejor.
Hoja de almendro posada en el suelo. Por: Andrea Perozo.
Hoy, particularmente me di cuenta que se ha convertido en un tranquilo lugar que alberga tantos ancianos llenos de experiencia y sabiduría perfecto para aprender y encontrarle sentido a darlo todo cada día que transcurre en nuestras vidas. Miré al suelo y había hojas posadas tiernamente en él, acompañadas de florecillas verdes que arroja en árbol de almendro y palmeras ornamentales que adornaban el muro izquierdo del lugar. Aún conserva la arquitectura antigua de techos altos para solventar el calor. El pasillo de 4 metros de ancho es recorrido por ancianos de más de 70 años que dicen -desaburrirse al caminar por el- .
Pasillo que es recorrido diariamente por los ancianos y  Señor Ramón recorriendo la entrada. Por: Andrea Perozo.  
Antes de hacer el recorrido interno me topé con el señor Ramón quien tiene como  costumbre salir a revisar la entrada y estar al tanto de cualquier novedad. Cuando por fin se hicieron las 9:30 am y pude ingresar vi a  mi derecha el espacio de los asilados prepagados del cual pude robarme una foto donde se aprecian algunos de ellos sentados en sillas de ruedas y otros caminando  suavemente por el lugar.
Lugar de los asilados prepagados. Por: Andrea Perozo.
Pero mi objetivo  era el espacio del fondo, de los asilados por caridad, allí es donde siempre encuentro mejores sonrisas con dentaduras incompletas y arrugas pronunciadas. A treinta pasos de la entrada encontré al señor Ramoncito quien tenía un viejo radio negro que sintonizaba música carranguera, casi no veía y al escuchar mi voz saludándolo sonrió y bendijo mi llegada lo cual me dio a entender que pocas veces los visitan. Yo, mientras mantenía mis ojos aguados le acariciaba el poco cabello que le quedaba y escuchaba la palabra de Dios que caracteriza a la mentalidad de las personas de su edad, eso, eso fue un detalle muy curioso que me tocó en lo más profundo de mi ser; cuando le pregunté –¿Qué edad tiene? El me respondió _tengo 88 años, un mes y 18 días- aún no logro salir del asombro con la memoria que aún conserva y estoy segura que si regreso en 3  días me dirá –tengo 88 años, un mes y 21 días. Me despedí del lugar dejándolo sentado en el patio junto con los demás ancianos que recibían su clase ejercicios. 
Ancianos recibiendo clase de ejercicios. Por Andrea Perozo.
No olvides pasar por la Bitácora, tengo una sorpresa para ti sobre esta historia. Click aquí

Un dinosaurio de lostrámites

Otra fecha más en la que jugaba la selección Colombia y las camisetas amarillas no se hacían esperar, banderas alusivas a la tricolor y personas muy optimistas con el resultado de hoy. Pero mientras unos  deseaban que llegaran las 3:30 de la tarde otros buscaban turno y se sentaban en la sombra para protegerse del agresivo sol de los mediodías apoyados en muros de un fósil que por lo visto jamás volverá a funcionar como el centro de salud que era.
 
Pared del colegio del IPC de María Eugenia. Por: Andrea Perozo.
Al entrar vi a mi derecha la pared con calados del malogrado colegio y por donde se apreciaban viejos escritorios para alumnos, muchos de ellos rallados o con brazos rotos y los pisos sin barrer, a mi izquierda estaba rodeado por láminas de zinc – lo que yo llamaría- el cadáver del puesto de salud y al seguir al frente se encontraba la anticuada cafetería de carpa roja con las mismas tres sillas donde estaban tres señoras vestidas todas de negro como si estuvieran de luto.
  Láminas de zinc que rodean el antiguo puesto de salud del IPC. Por: Andrea Perozo. Cafetería dentro del IPC de María eugenia.Por Andrea Perozo
Luego de parquear la moto entré y me encontré con tres singulares mascotas del lugar; un perro criollo negro y uno color beige acostados cómodamente en el suelo tibio, custodiados por un delgado gato negro de patas blancas quien daba vueltas a su alrededor, iba y venía como si los protegiera del peligro. Las personas del lugar vestían ropas viejas y un poco sucias, con cabellos sin peinar tal vez desde el día anterior.
                           Mascotas del IPC de María Eugenia. Por: Andrea Perozo.        Personas que esperan por un turno en el IPC. Por Andrea Perozo
En el fondo pude ver la cancha que en años pasados soportaba los balonazos y zapatos de niños que corrían sin piedad por toda su área, sentí como los ánimos y los ojos cansados de las personas circundantes clamaban ayuda para poder ser beneficiados con un subsidio del gobierno para solventar sus necesidades económicas, los cuales se tramitaban en una oficina de unos 8 metros cuadrados con ventanas marrones y mesas que crujían de la vejez y el exceso de eso. Sí, yo estaba en ese lugar, en el IPC de María Eugenia, uno de los barrios más peligrosos de la ciudad pero tal vez uno de los más pobres.
Al fondo, la cancha del IPC de María Eugenia. Por Andrea Perozo.


Fiebre tricolor

Luego de la brutal división en la que quedó el país a causa de la votación por el plebiscito de los acuerdos de paz, vino una fecha muy importante y que en particular une a todos los habitantes de este controversial territorio “El partido de la selección Colombia”.
Inicio de la transmisión del partido. Por: Andrea Perozo.

Es muy interesante darse cuenta que solo 11 deportistas y un técnico que ni siquiera es colombiano sean capaces de unir en 90 minutos a más de 44 millones de personas que en días pasados se agredían verbalmente por redes sociales. Aquí en Colombia la emoción que genera un partido de futbol supera a cualquier fiesta patronal, es el día en que prácticamente todos vestimos igual, hablamos igual, sintonizamos el mismo canal y pensamos igual –ganarle a nuestro contrincante para clasificar-. Recorriendo las calles de camino a la universidad encontraba cantidades de personas de distintas edades, color de piel, sexo, formas y tamaños vistiendo la pieza de vestir más preferida de la ocasión –la camiseta de la selección-, ésta no solo se luce en color amarillo sino también en azul y rojo pero todas contramarcadas con el logo rojo en forma de balón que distingue al equipo de mi tierra.

Personas luciendo la camiseta de la  selección Colombia. Por Andrea Perozo.
Ya a las 5 de la tarde todos los televisores que lograba escuchar presentaban el mismo evento a máximo volumen, los carros llevaban radios encendidas que gritaban – ¡porque hoy juega mi selección Colombia!- las tiendas albergaban clientes con cervezas en mano quienes en su mayoría eran hombres y lucían  camisetas de color amarillo brillante que al mirarlos de cerca parecía que fuera su segunda piel. Me hubiera gustado tomarle fotos a cada una de las personas que portaban dicha prenda pero la moto donde me desplazaba iba muy rápido ya que estaba por llegar tarde a la universidad; aun así logré capturar con el lente de mi cámara las tiendas que vestían también grandes banderas encima de sus carpas, los supermercados no se quedaban atrás en esta fiebre tan contagiosa y extendía en sus rejas banderas de más de 15 metros de largo.
Supermercado Olímpica mostrando la bandera de Colombia en las rejas de su parqueaadero. Por: Andrea Perozo.

Pensé que me perdería el partido pero como diría mi abuela –como mandado por Dios- mi clase de inglés fue aplazada por falta de luz, me regresé lo más rápido que pude haciendo el mismo recorrido escuchando por todo el camino los relatos de los comentaristas y narradores del encuentro. Mirando detenidamente a las mismas personas luciendo las camisetas pude ver como sudaban y pensé –ya hay fiebre de fútbol, fiebre tricolor- esas ya no eran camisetas, ya eran piel, estaban completamente adheridas al cuerpo y algunas parecían que manchaban el resto del mismo tal vez llegando al fondo de las venas para combinarse con nuestra sangre y encender esa pasión que me atrevería de decir que ningún encuentro sexual podría motivar.

Casa de la calle 14 y tienda de la avenida del libertador exponiendo la bandera tricolor. Por Andrea Perozo.
Fue un partido muy sufrido, ya que cada jugada, cada saque lateral, cada tiro de esquina y cada intento de patear al arco se convertían en una opción clara para romper nuestras cuerdas vocales gritando ¡gol! Pero un gol que duráramos gritando el doble del tiempo que dura el partido. Al minuto 91 se dio tal regalo que es lo mejor que nos pueden obsequiar estos muchachos, con un remate cruzado y de pierna derecha Edwin Cardona venció la rapidez del arquero paraguayo que custodiaba las redes de nuestro contrincante regalándonos la victoria con el único gol del partido, haciendo que nos abrazamos unos a otros sin importan nuestras diferencias de pensamientos, porque la única molestia que puede dejar un partido es cuando el árbitro no nos pita el juego con justicia.
Celebración del gol hecho por Edwin Cardona por parte de la tribuna y de los jugadores. Por Andrea Perozo.


Noche de parque en Pescaíto 

El triste parque del barrio que hasta hace algunos meses no era más que una cuna de ladrones y maleantes hoy en día después de muchos arreglos se ha convertido es un escenario concurrido de niños correteando por todas partes. Reconozco que tenía como un mes sin visitarlo y el domingo que volví a pisarlo por la noche me sorprendió, aquellas sonrisas de los niños de oreja a oreja no tenían comparación, las filas que se hacían para montar en cada atracción eran muy divertidas al ver tantos niños saltando de emoción por subirse.
caminando ente la gente. Por: Andrea Perozo.

Yo fui a comprar un perro caliente a eso de las 8:00 pm y me encontré con tal evento que no pude evitar bajarme de la moto y recorrerlo como hacía tiempos no lo  hacía, los padres al igual que los niños sonreían al verlos divertirse mientras yo tomaba fotos de diestra y siniestra. Por otro lado no me había dado cuenta que mi hijo de 4 años venía detrás de mí abriéndose paso entre la multitud para hacer cola en una de las atracciones.
Niños en los pececitos de resorte. Por: Andrea Perozo.
No puedo olvidar a las dos niñas de cabello afro, piel morena y vestido que compartían una máquina de ejercicios que relacioné inmediatamente con la elíptica de los gimnasios por su manera de usarla; habían muchas máquinas más a su lado derecho que estaban sobre un suelo lleno de piedras blancas conformando un espacio ovalado donde no se podía caminar por el montón de gente que allí se encontraba.
Niños girando en las máginas para hacer ejercicio. Por: Andrea Perozo.
De todas las modificaciones del popular parque de Pescaíto me llamó la atención el área donde antes se encontraba una vieja y remendada cancha de fútbol de arena y arcos oxidados en la cual mis amigos practicaban este entretenido deporte  y yo era una simple admiradora, hoy es una hermosa cancha de microfútbol con brillantes arcos y sobre ellos se levantan unas increíbles cestas de basquetbol, uniendo en un solo lugar dos de los deportes más practicados por los colegios del sector.
Nueva cancha de microfútbol y basquetbol del parque de Pescaíto. Por: Andrea Perozo.
Al seguir caminando al fondo viun extraño castillo de metal –el cual me pareció bastante peligroso- con un montón de niños en la cima. Retrocedí el paso pues me aterró verlos trepados hasta tal altura y al voltear a mi izquierda me aterré más puesto que divisé a otro grupo de infantes escalando un tobogán de forma muy poco segura –según mi parecer- . Caminando hacia donde estaba mí hijo que ya casi alcanzaba su turno en la fila de los pececitos de resorte, me tranquilizó la voz de una madre diciéndole a otra: me encanta el estado del parque ahora, porque los niños se entretienen y distraen su mente. Cuando llegué donde mi hijo también pensé igual y me alegró la idea de que se despegara de mi celular para activar su mente en un juego físico, comprendí la importancia del esparcimiento al aire libre y el acompañamiento de nosotros los padres hacia el desarrollo de nuestros hijos.
Castillo de metal del parque de Pescaíto. Por: Andrea Perozo.

Salsa para sazonar el alma


"Dame Salsa así sea con ladrillo pero échame color. "



Mi entrevista con el periodista de Radio Galeón, Junior  Beltrán, fue tal vez mi primera entrevista periodística oficial. Después de realizar un trabajo de la asignatura Realización televisiva, mi profesor de la universidad nos propuso hacer una crónica televisiva como proyecto de semestre y yo sin mucho pensarlo escogí  como tema: el impacto que tiene la Salsa como género musical en la ciudad de Santa Marta ya que desde muy niña, en el barrio donde nací  fui criada en medio de pick up a todo volumen compitiendo por cual sobresalía colocando la Salsa más sonada del momento, mis padres son de los que aún empiezan a tomar Old Parr a las 6:00 pm y ven pasar la noche parrandeando, horas y horas bailando hasta ver salir ese sol radiante y caliente que caracteriza a nuestra ciudad.

Me causa gracia recordar mi niñez a los 11 años ya que aunque me encantaba escuchar salsa a todo volumen, mi frustración era no saber bailarla. Yo a esa edad movía mi cuerpo delgado y pequeño a son de vallenato, merengue, bolero, reggaetón y hasta champeta pero cuando sonaba una canción de Salsa mi mente se bloqueaba y mis caderas se entumecían. Pero una noche cualquiera de parranda yo lloraba en una silla por no saber cogerle el paso a la canción, cuando se me acercó un amiguito de la cuadra y con tan solo 7 años de edad me tomó de las manos y me dijo - no llores Andre ven, yo te enseño-, sinceramente me dio vergüenza puesto que yo era 4 años mayor que él pero aun así me armé de valor para tomar la decisión de vencer mi ignorancia y empezamos a balancearnos de izquierda a derecha suavemente sientiendo como la Salsa se apoderaba de mí como un espíritu de otra dimensión y él me decía inocentemente: -siente como la Salsa recorre tus venas reemplaza esa sangre por salsa y ya está- yo cerré mis ojos sintiendo que daba vueltas como una bailarina de cajita musical pero a son de Salsa; desde ahí ¡nada ni nadie pudo ni podrá pararme jamás!

Conseguir el contacto de Junior Beltrán no me fue muy complicado puesto que tengo muchos compañeros en medios de comunicación con gran diversidad de contactos, acordé con él un encuentro un día viernes junto con mi profesor y al llegar a su casa nos recibió con una deliciosa ensalada de frutas frescas, tocando el tema de la cultura salsera en nuestra ciudad nos comentaba esa combinación cultural entre africanos, indígenas y colonos quienes en cada una de sus costumbres aportaron a lo que hoy constituye la Salsa colombiana quien tiene sus más grandes asentamientos en el Valle del Cauca. Disfruté cada palabra que pronunciaba su boca y me llamó mucho la atención cuando comentaba que los africanos lloran cuando un niño nace y se enrumban cuando alguien muere, a decir verdad no tomé ni una sola fotografía de ese encuentro por estar pendiente a su historia, lo único que conservo es un trozo de papel perteneciente a un libro viejo que llevaba por título El libro de la salsa mostrando en su contenido la historia más remota de este maravilloso género musical junto a fotos de sus más grandes exponentes. Me despidió con un beso en la mejilla y con una frase que me deboró el alma: ¡Que viva la Salsa a lo que respondí alegremente -Amén-.






Trozo de papel de El libro de la salsa. Por: Andrea Perozo


Buritaca:paraíso inusual



Me desperté a eso de las 5:00 am con el ánimo empezar el viaje de trabajo que normalmente hago los sábados.  Mis ojos ardían mucho pues el día anterior me había acostado tarde organizando todos los documentos que utilizaría en mi jornada laboral, me levanté de la  cama con una pizca de mareo y me dirigí al baño a lavarme la cara.  Luego bajé al patio a bañarme cuando todavía estaba oscuro -no es mi costumbre dentro de la semana despertarme tan temprano a bañarme-, de todas formas decidí hacerlo, me desnudé por completo y cogí la taza de agua con mi mano derecha, respiré profundo y me la eché encima dando como resultado que mi piel se pusiera como decimos comúnmente “piel de gallina” también 'pegué un brinco' como si me hubiesen pegado en la espalda.  Al terminar de bañarme subí nuevamente y me vestí, agarré todas mis cosas y abrí la puerta cuando ya estaba aclarando en el cielo; caminé hacia el puesto informal donde trabaja mi mamá vendiendo guineo verde y compré algo de comer mientras escuchaba sus lamentos por el día tan flojo en la venta, cuando ya se hicieron las  6:20 am corrí al lugar donde se toma la ruta que hace el recorrido Guachaca, Buritaca, Palomino y a las 6:30 partimos hacia nuestro destino.





Al iniciar  el recorrido por la Avenida del Libertador de la ciudad de Santa Marta el bus iba bastante lento, -creo que más rápido caminaba yo con todo y la parálisis que tengo-, cuando ya entramos a la vía de Bonda la velocidad aumentaba y yo solo miraba árboles a través de la ventana de 30 cm cuadrados; Árboles vestidos de verde con hojas sutilmente humedecidas por la lluvia del día anterior me saludaban y entre ellos delicadas pero vistosas flores fucsias y rojas que alegremente abrían sus pétalos mostrándonos las maravillas de la naturaleza, al pasar por Guachaca me di cuenta que el río del pueblo no corría con el mismo caudal de años anteriores como consecuencia del calentamiento global de los últimos tiempos. También vi muchas casas en las faldas de los cerros apoyadas sobre murallas de piedras naturales unidas con barro y no con cemento haciendo de esa arquitectura una obra de arte. 



Al llegar a Buritaca el aire puro que se respiraba era bastante agradable, casi toda el área que apreciaban mis ojos era de color verde espeso y sólo en unas lejanas esquinas se veían casas con segundo piso y hamacas colgando en sus terrazas.  Hacia mi derecha se veía una parte del río Buritaca el cual tenia una majestuosa cantidad de agua, su color era verde oscuro totalmente diferente al reflejo azul  del mar que acostumbro a ver en Santa Marta tenía un movimiento tranquilo contrario al agresivo romper de las olas en el puerto de la Bahía.



Entramos al colegio del sector y nos dispusimos a realizar parte del taller para cumplir con nuestro trabajo y aunque solo éramos 7 personas dentro parecía que el salón estaba llen.; los  moradores del corregimiento que nos acompañaban contaron anécdotas curiosas de como criar ganado y cultivar la tierra de lo cual yo no tenía ni la más remota idea. Lo que más me llamó la atención fue una historia de unos niños poseidos por espíritus sobrenaturales, cuenta el señor Carlos Mendoza que estuvo presente una vez cuando habían 6 jóvenes supuestamente poseídos por espíritus, en tal evento se presenciaban ruidos extraños, aullidos de animales salvajes y como si fuera poco  varios de ellos hablaban en otros idiomas cambiando su tono de voz gradualmente. yo sólo sentía calosfríos y preferí hacerces a cambiar de idea por lo cual el señor Carlos cerró la historia diciendo que eso eventos paranormales se dan a causa de la presencia de circos en la zona cuyos espectáculos se realizaban utilizando trucos despertando aquellas energías malignas, -no es que tuviese miedo de las historias en sí solo no quería arriesgarme a molestar ciertas presencias para las cuales yo era una desconocida en la zona-. 



Río Butitaca. Por: Andrea Perozo.

Vivero 11 de Noviembre. Por Andrrea Perozo.
  



Travesía hacia el velorio de “El Profe”






Extrañamente me tomó 20 minutos llegar hasta el Paisandú, pero tal vez nunca logre describir con exactitud todas las sensaciones que me transmitió el camino por el barrio Pescaíto que me llevaría hasta el lugar donde estaba expuesto en cámara ardiente el cuerpo sin vida de Jaricho Valderrama, padre de Carlos "El Pibe”, el futbolista samario más grande considerado en la historia colombiana.

Eran las 5:30 pm del 24 de agosto de 2016; transcurría un día miércoles y decidí ir caminando desde la casa de mi madre hasta mi destino en la calle cinco con carrera cuarta. Al principio todo el ambiente funcionaba como de costumbre; carros y motos a mis costados, niños pequeños corriendo por los andenes, ancianos sentados en las terrazas de sus casas como se acostumbra en la ciudad siempre que baja el sol.

Pero al pisar la carrera séptima decidí desviar un momento y pasar por la Castellana a mirar si había alguna novedad, este paso significó la entrada a un nuevo portal, me di cuenta pues empecé a sentir frío y al mirar al cielo vi unas espesas nubes grises  sobre la cancha. Aceleré el paso para llegar y escuchaba como el viento silbaba, al mirar por los barrotes del escenario futbolístico vi algunos niños entrenando tranquilos pero me di cuenta que solo en esos  2.300 metros cuadrados aproximadamente un débil sereno rociaba las camisetas y los guayos de los allí presente.

Miré por tres minutos pero la pared de la tribuna occidental me recordó que debía seguir el camino hacia el “Paisandú” cuando me mostró sobre su superficie blanca un grafitti que decía en letras grandes, verdes y amarillas “Todo bien todo bien ; el dicho con el que es conocido popularmente el “Pibe”. Retomé mi camino por la calle 7 y ya el ambiente era distinto, las casas con arquitectura colonial y colores llamativos me transportaban al pasado; muchas de ellas con vidrios rotos y maleza a su alrededor. Por segunda vez fijé mi mirada al cielo y vi que unas nubes blancas un poco rizadas me indicaban el camino de cómo llegar al velorio. Confieso que aunque por 23 años viví en Pescaíto nunca tuve el placer de conocer dicho lugar de esparcimiento y rumba nocturna, seguía el camino arbitrariamente por  indicaciones de mis padres; Pero con esas nubes en forma de flechas pude llegar con precisión; saqué mi celular rápidamente y logré capturar una foto como evidencia visual de tal evento que ocurría en el cielo.

Al llegar a la carrera quinta pude divisar los pisos de las casas elevados a aproximadamente unos 75 cm del suelo con el fin de evitar inundaciones que en años anteriores eran la principal causa emergencia del sector. Faltando unos 10 metros para llegar, la multitud con ropas negro, blanco, beige y marrón me avisaron que había llegado el momento de entrar. Yo iba vestida con una blusa negra y un pantalón blanco para no desentonar aunque no conociera a nadie de los allegados; me filtré entre los presentes que puedo arriesgarme a decir que superaban las 150 personas, logré entrar a lo que parecía el salón principal de el “Paisandú”, adentro había decenas de sillas blancas para acomodar a los asistentes y en el fondo se encontraban unas coronas de flores en su mayoría amarillas y blancas, arriba a la derecha de ellas estaba un retrato viejo del futbolista de cabellos rubios y debajo de él se encontraba el féretro de Carlos Valderrama Puche “Jaricho”. no pude mirar el cadáver pues la tapa del ataúd estaba cerrada y opté por buscar al “crack” del fútbol. Pregunté por él a un señor bastante mayor quien era de contextura gruesa, llevaba una camisa tipo polo beige y un pantalón blanco con cargaderas, en su cabeza lucía un sombrero blanco de ala pequeña con una cinta marrón a su alrededor, también usaba unas gafas con mucho aumento, muy grandes a decir verdad, y de marco grueso marrón; él me puso una mano en la espalda y con la otra me señaló hacia donde se encontraba el personaje de mi interés conversando con unas 7 personas sobre el doloroso deceso de su padre.

Me acerqué tratando de no interrumpir bruscamente su reunión y le levanté la mano derecha en señal de consuelo, él lucía una camisilla blanca informal, sobre su cuello colgaban sus característicos collares de piedras rojas y el jeans que usaba estaba bastante desteñido. Me acerqué sutilmente a su lado derecho y le di un beso en la mejilla diciéndole: mi más sentido pésame pibe; con una sonrisa aceptó mis condolencias y proseguí a pedirle con respeto 5 minutos de su tiempo pero con voz entrecortada me dijo en el momento no puedo, así logré ver sus ojos de cerca los cuales tenían un aspecto cristalino y sus bordes estaban rojizos demostrando que había estado llorando. No tuve más opción que retirarme y de regreso, el camino que al iniciar mi travesía me había tomado 20 minutos experimentando situaciones poco creíbles ahora me tomó solo 7 minutos.




foto tomada de las nubes indicando el camino hacia el "paisandú", Por Andrea Perozo

Foto tomada dentro del salón dondde velaban a "Jaricho" Valderrama. Por Andrea Perozo.




Noche de tambores


El séptimo encuentro de "tambores por la paz" tuvo lugar en el parque Santander o parque de "los novios" de la ciudad de Santa Marta el viernes 19 de agosto de 2016; donde músicos profesionales, aficionados y personas amantes de la música folclórica se reunieron para disfrutar el redoble de la percusión junto con la melodía de los instrumentos de viento desde las 6:00 de la tarde hasta altas horas de la noche con el fin de recuperar la identidad musical de la ciudad la cual se ha visto afectada por la invasión y fuerza que han tomado los nuevos géneros.

los músicos dirigidos por el instructor y exponente de la música folclórica Juan Carlos Méndez interpretaron canciones tales como La piragua, Mico ojón peluo, La punta pié, Mapalé, Pitán Pitán, se quema con candela  y muchas más que han sido parte de la historia musical de la región Caribe despertando sentimientos de alegría y gozo en la cantidad de asistentes que al pasar los minutos iba aumentando.

Parte de los instrumentos ejecutados en este evento son conocidos como el tambor alegre,el tambor llamador,el guache y el bombo como parte de la percusión; por su lado en los instrumentos de viento la gaita y el clarinete hicieron presencia mas la voz de los interpretes que no podía faltar. Como personajes destacados encontramos a quienes se animaron a bailar como la niña Manuela de 6 años y su padre oriundos del interior de país robándose las miradas y los aplausos de locales y visitantes.
Mosaico armado del encuentro nocturno con la música folclórica. Por Andrea Perozo.

2 comentarios:

  1. Andrea estoy tan emocionado al leer tu crónica que la verdad creo que el periodismo literario entre sus tantos oficios está buscando un perfil así como el tuyo, me gusta tu pasión por las letras y el alma que le puedes imprimir a tus palabras, lo que considero a mi parecer debe tener los blogs, crónicas o muchos otros escritos que hacen parte del viaje no sólo el que se busca afuera sino también el que va por dentro, precisamente eso es lo que quiero resaltar de tu crónica de hoy, está tan colmada de imaginación y dulzura que cada palabra se convierte en una imagen y cada una de ellas pueden unirse para lograr una pieza cinematográfica de gran factura. Andrea pero también tengo que hacer mención a algunos errores gramaticales como el uso de signos de puntuación y acentuación que si no le pones atención a estos detalles tus bellos escritos pueden perder fuerza y quizás enfoque semántico, así que el miércoles que tengamos nuestra próxima clase podremos hablar puntualmente de estos aspectos, hasta pronto y de nuevo felicitaciones por esa pasión que le pones a tus palabras convertidas en textos :))

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  2. Andrea leo con mucho agrado tus nuevas crónicas, veo que has asimilado los consejos y atendido cada una de las particularidades compartidas en nuestras variadas conversaciones, ahora tus escritos son más fluidos, muchos más breves eso si pero encantadores e inspiradores, recibo cada una de tus palabras convertidas en frases y estas en párrafos como una muestra constante de tu pasión por la escritura de bellas historias, te felicito de corazón sigo corroborando que la narrativa periodística te viene como anillo al dedo, saludos ;-))

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